Cabezota. Es una palabra que me define. Orgullosa. Cuando tengo una idea en la cabeza, nadie la puede cambiar. Puedo llegar a ser insoportable. También muy impredecible. Nadie sabe por dónde puedo salir. Cuando no conozco a alguien puedo ser la chica más tímida que hayas conocido nunca. Pero cuando alguien de verdad me conoce sabe que no me callo ni debajo del agua. Poca gente sabe que lo daría todo por los que me quieren. La gente habla e inventa. Y no son capaces de intentar conocerme de verdad. Pero, sinceramente los verdaderos amigos se cuentan con los dedos de la mano. Los días lluviosos tengo un humor horrible. Me encanta ver llover. Aunque me deprime muchísimo. Amo reír. Amo ver como las personas que quiero confían en mi. Pero odio ver como alguien se distancia de mi. Soy cariñosa, y muy tierna. Cuando quiero. En cambio puedo ser muy borde. Odio estar enfadada. Me es imposible. Cuando estoy con alguien necesito saber que esa persona está agusto conmigo. Soy alguien que es incapaz de traicionar a un amigo. Que odia que hablen a sus espaldas. ¿Algo bueno? Mi optimismo. Mi manera de ver la vida de ese color tan alegre que puede tener, si uno de verdad lo desea. Siendo sincera, nadie sabe como soy en realidad. Nadie. Nadie sabe todo lo que he tenido que sufrir. Nadie sabe lo mucho que me cuesta seguir adelante. Lo fácil que me derrumbo. Nadie sabe lo que pasa por mi cabeza.
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Se necesita sufrir para amar. Y amar para sufrir. Todo junto. En un mismo paquete. A veces desearíamos la inexistencia de esa segunda parte. Pero existe, ¿para qué decir que no? Por mucho que intentemos negar una cosa. Aunque lo deseemos con todo nuestro corazón. Seguirá existiendo. Y así será para el resto de los días. Pero siempre hay una parte bonita. Aquella parte en la que conoces a esa persona tan especial que revoluciona tu corazón. Y que te marca para toda la vida. A veces es duro acostumbrarse a su ausencia. Sólo con tenerlo lejos tan solo un día. El sentimiento de nostalgia se apodera de tu corazón. Es tan bonito a veces pero tan triste otras. Y aun así enamorarse es maravilloso. Solo con verme en tus pupilas puedes alegrarme el resto del día. Te necesito cada vez más. Aunque lo niegue, aunque no lo creas. Y reconozco que me pongo nerviosa cuando me miras. La verdad es esto se multiplica por 10 cuando me hablas, y por 100 cuando me sonríes. Esa sonrisa que solo es comparable con la luna.
Hoy me he dado cuenta de que no necesitamos ser perfectos para ser felices. Tampoco a un príncipe encantador ni a una princesa encantada. Lo único que necesitamos es que esa persona nos quiera. Pero en esta sociedad nos han enseñado que el físico es lo más importante. Y admito que yo también he caído. Y me di cuenta de que la belleza de una persona no consiste en un buen cuerpo. Sino en un buen corazón. Un buen y gran corazón. Alguien que esté dispuesto a hacer cosas imposibles sólo para hacernos sonreír. Alguien que nos haga rabiar a muerte. Pero que consiga que sintamos un cosquilleo. Alguien que nos bese como si no hubiera mañana. Que consiga que se pare el tiempo. Sin embargo las personas así empiezan a escasear. Y cada vez se puede respirar menos ese aroma al que llamamos amor verdadero. Pero estamos hablando del amor. Y cuando es de verdad puede con todo.
Si no lo haces, ¿quién?
Atrévete a ir a lo salvaje, a lo tierno, a lo especial. A amar sin fronteras, sin caras ni cuerpo. Tan solo con el corazón. Atrévete a sentir la brisa acariciando tu mejilla, a dejar atrás las dudas. Atrévete a ser tú misma, a seguir tu propia moda. A no ser una más. Atrévete con lo valiente, lánzate a por tu chico. Quiérele como el que más. Atrévete a decirle a aquél que una vez te hizo llorar que ya no forma parte de tu vida, que ya es una página más de tu pasado. Atrévete a sonreírle a la tristeza, y a reírte de la verguenza. Atrévete a vivir.
Y allá va por donde pasa rompiendo el suelo con esos tacones. Ella ha decidido ser quién manda. Camina con paso firme, cabeza bien alta. Sin pausas. Nada la preocupa ya. Esta decidida a dejarse llevar por la música. A perderse entre un montón de gente. Ese chico que la volvía loca ya no está presente en su cabecita. O eso dice. Pero ese día, al menos ese día iba a cumplir lo que prometió. Olvidarlo. LLegan a la fiesta. Música a todo volumen. Unas 50 o 100 personas que han decidido olvidarse de todo. ¿Qué más dará lo que piense el mundo? Ahora solo importa lo que piense ella misma. Ahinara va junto a Lena. Esa noche van a desfasar. Lena va hacia la barra y pide vozka rojo. Ahinara nunca bebe, nunca le ha gustado. Es todo lo contrario a su hermana. A veces, duda de su parentesco. Pero, la morena la consigue convencer. Malibú con piña. Y es entonces cuando se pierden entre la multitud. Y empiezan a bailar, más bien a perrear, sienten el ritmo hasta el último rincón de su ser. De repente Ahinara fija la vista. Hay un chico pelirrojo, con ojos verdes y sonrisa maravillosa. Thomas. Aunque no lo parezca, ella deseaba volver a verlo. Y entonces piensa que le da igual, que ya pasa de todo. Pero en el fondo sabe que el dolor aun está presente. Después de unos cuantos cubatas y miles de canciones. Ahinara decide sentarse. Le duelen los piés. Pero al fin y al cabo eso es lo que ella quería. Sonríe satisfecha. Se encuentra mareada. Esa noche se pasó con la bebida. Entonces se da cuenta, no está Lena. Se levanta y va a buscarla. A penas puede andar, se tiene que apoyar en un sofá. Busca por toda la casa, a penas puede andar. Sale fuera. Aunque quién le espera allí no es quién esperaba. Él pelirrojo, Thomas.
-Ahinara, escuchame.
-No, thomas, no quiero escucharte. Estoy harta de escuchar, ¡harta!- Su voz sonaba algo ronca, se notaba el efecto del alcohol.
-¿Has bebido? ¡Pero si tú no bebes!
-¿Y a ti qué más te da lo que haga o deje de hacer? ¿Por qué no vuelves con tu querida rubita?
- No metas en esto a Ashley.
-¿Así se llama ella? Gracias por decírmelo tenía tantas ganas de saberlo, pero ¿sabes qué te digo? ¡Déjame en paz!
- ¡Muy bien! ¡Lo que tú quieras! Pero luego no vuelvas suplicándome, no voy a estar ahí siempre.
-¡Creeme que no lo haré!
Thomas se fue . Me sentía mareada, muy mareada. Ya me había emborrachado antes, pero me parece que no tanto.
Entonces todo se nubló, mis piernas temblaban y terminaron por ceder. Me desmayé.
Cuando me desperté había un chico a mi lado. Estaba aun en el jardín, me parece que no había pasado mucho tiempo.
- Hey, rubia. ¿Demasiados cubatas?
Era, era como un ángel, guapísimo, su pelo rubio casi dorado, sus ojos celestes, color agua, y los dientes blancos que reflejaban una sonrisa, buaf, como olvidar esa sonrisa. Pero entonces reaccioné. Michael. El chulo de la clase.
-¿Qué quieres?
-¿Ayudarte? ¿Quizás?
-No necesito ayuda.
- Si yo me hubiera desmayado, creo y solo creo que hubieras hecho lo mismo ¿no?.
-Soñar es gratis.
-¡Vaya! ¡Qué chulita se me pone!-Intenté pegarle, pero no tenía fuerzas.
-Es cuando me di cuenta de que seguía ahí, en el suelo, entre sus brazos. La verdad es que me sentía realmente bien. No, no y no. El chico que ahora me está sosteniendo es Michael, un cerdo que solo va a lo que va, no le importa los sentimientos de los demás, no me puedo permitir enamorarme, de nadie, ni siquiera de esa, cosa, bueno esa maravillosa cosa.
-Ahinara, escuchame.
-No, thomas, no quiero escucharte. Estoy harta de escuchar, ¡harta!- Su voz sonaba algo ronca, se notaba el efecto del alcohol.
-¿Has bebido? ¡Pero si tú no bebes!
-¿Y a ti qué más te da lo que haga o deje de hacer? ¿Por qué no vuelves con tu querida rubita?
- No metas en esto a Ashley.
-¿Así se llama ella? Gracias por decírmelo tenía tantas ganas de saberlo, pero ¿sabes qué te digo? ¡Déjame en paz!
- ¡Muy bien! ¡Lo que tú quieras! Pero luego no vuelvas suplicándome, no voy a estar ahí siempre.
-¡Creeme que no lo haré!
Thomas se fue . Me sentía mareada, muy mareada. Ya me había emborrachado antes, pero me parece que no tanto.
Entonces todo se nubló, mis piernas temblaban y terminaron por ceder. Me desmayé.
Cuando me desperté había un chico a mi lado. Estaba aun en el jardín, me parece que no había pasado mucho tiempo.
- Hey, rubia. ¿Demasiados cubatas?
Era, era como un ángel, guapísimo, su pelo rubio casi dorado, sus ojos celestes, color agua, y los dientes blancos que reflejaban una sonrisa, buaf, como olvidar esa sonrisa. Pero entonces reaccioné. Michael. El chulo de la clase.
-¿Qué quieres?
-¿Ayudarte? ¿Quizás?
-No necesito ayuda.
- Si yo me hubiera desmayado, creo y solo creo que hubieras hecho lo mismo ¿no?.
-Soñar es gratis.
-¡Vaya! ¡Qué chulita se me pone!-Intenté pegarle, pero no tenía fuerzas.
-Es cuando me di cuenta de que seguía ahí, en el suelo, entre sus brazos. La verdad es que me sentía realmente bien. No, no y no. El chico que ahora me está sosteniendo es Michael, un cerdo que solo va a lo que va, no le importa los sentimientos de los demás, no me puedo permitir enamorarme, de nadie, ni siquiera de esa, cosa, bueno esa maravillosa cosa.
Agridulce.
¿Por qué llorar si puedes reír? Curiosa frase. En esta vida hay sufrimiento, dolor. Pero, solo tienes que cogerle el puntillo, acostumbrarte a la realidad. Pero, ¿tal vez alguien merezca sufrir? No. Pués entonces ríe por los que no pueden, y no llores porque tú eres más fuerte. Demuestrale a la vida, al destino y a todos ellos que tú vales más, mucho más. Y que si estás vivo, es para vivir. Algunos pensarán que estás loca, otros pensarás que la inmadurez es tu especialidad. Pero eso será solo porque eres feliz. Porque sabes sonreír a los problemas. Cosa que los demás no hacen, y eso es lo que les repatea. Diciendo esto no dejes que nadie te obligue a callarte. Que nadie te haga sufrir. Lo que tienen es envidia. Pura y agridulce envidia.
Cuando las gotas de lluvia asciendan, en lugar de caer. Es cuando tendré que dejar de amarte. Porque has pasado de ser un cualquiera, a ser mi adicción. Tú haces que las agujas del reloj se paren, aun así activas el tic tac de mi corazón. Tu nombre aparece en el diccionario, sinónimo de vicio. Eres la única persona capaz de hacerme llorar de felicidad, también la única capaz de hacerme reír cuando lloro. Soy la chica más feliz cuando me miras. Cuando me rozas siento que un escalofrío recorre toda mi columna vertebral. Y esque me matas.
Preguntas y respuestas con sabor amargo.
Suelo perderme en el invierno de tu dolor, pero siempre acabo encontrándome en la primavera de tu mirada. Oh, bendita
mirada. Tan profunda. Ese brillo puede ser capaz de superar hasta al mismísimo Nueva York. Puede ser gélida, si tus palabras son amargas. Pero, también puede ser tan cálida, y es cuando sueles hablar de amor. Y tu corazón, ¿qué decir de tu corazón?. Cierto es que tú prefieres llamarlo, “saco” ¿Por qué? Es algo que solía preguntarte ¿tu respuesta? Tú respuesta fue una pequeña risa y un, cariño, el corazón es algo en lo que puedes almacenar objetos, también puedes llamarlas personas. Solo hay una condición, y es que aparenten ser lo que son. Aun así, cuando
estos objetos o personas, como prefieras llamarlas, tienen un límite, no en cantidad, sino a la condición de la que te hablé. Muchas veces estos no suelen ser lo que parecen, e incluso pueden resultar dolorosos. Pero lo más peligroso es que cuando abundan. El saco corre el peligro de romperse, dejando fuera los objetos que tenía, y que no volverá a contener.
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