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Naces, creces y mueres. Desde un punto más objetivo, así es la vida de un ser humano. Pero mirandola de otro lado, no es así. Sabemos que la vida de una persona está llena de obstáculos, demasiados, de caídas, de metas, de superación, de sentimientos, de sufrimiento, aunque también de alegría, de sorpresas, de monotonía, de cambios, y muchas otras cosas. También existe aquello a lo que llaman amor, que puede ser capaz de mover montañas, que supera todas las murallas que le pongas y mucho más. Sabemos que cada persona es un universo, y en un solo país peden haber más 50 millones de universos. Todos con sus ideales, su originalidad, sus defectos, sus cualidades, sus manías y obsesiones, y, sobretodo, cada uno con su propia forma de ser. Pero, desde hace un tiempo las personas han estado abandonando su propio uníverso, casi podríamos decir que su propia alma, para vivir  en el de otros. O,como suelen decir, dejan de tener personalidad. Ya no son ellos mismos, ya no hacen lo que quieren, es como, dejar de vivir, es como si no tuvieras las riendas de tu destino, como si no pudieras escribirtelo tu sola, sino que otras personas lo decidieran por ti. Es como si los demás te dijeran qué tipo de vida llevar y como vivirla. Como si no fueras el dueño de tus decisiones. Por suerte, aun quedan persnas, que sí tienen esa chispa de originalidad, que las diferencia. Tampoco la vida es  justa para nadie, esta suele tratar mejor a las malas, que a las buenas personas. Parece que aquellas que merece la pena conocer, pasan desapercibidas. En esta sociedad tienes que seguir un lema, jode o te joderán. Por tanto, aquello que nos dice que la vida consiste en nacer crecer y morir, no sabe que falta una palabra, y esa palabra es...
Vivir.

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