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Un vestido de flores y unos zapatazos.

- Ainara, cariño. ¿A donde vas esta noche?
- Me voy a dormir a casa de Marta mamá.
-Vale, prepárate la ropa.
-Eso hago.-
Si quereis que os sea sinceros. No, la verdad es que no íbamos precisamente a dormir. Ainara y Lena esa noche se iban de fiesta. Hace no mucho que pasó lo de thomas, y estaba harta de quedarme en mi casa. Aunque lo único que necesitaba era la compañía de mi mejor amiga. Pero ella se empeñó en que fuéramos. Pero, ¿y qué cojones? ¿Qué mejor forma de celebrar mi soltería que irme de fiesta? Lena decía, sólo iremos por educación. Pasamos, saludamos, bailamos un poco y nos vamos. Pero, a pesar de todo seguía siendo ella, la rebelde Lena. La amante del peligro, esa morenaza que tenía por amiga. Si había algo que se atreviera a comparar con la escalada, eso era irse de fiesta. Ella nunca se negaba. Castigada o lloviendo, o hasta con una pierna rota. Ella nunca descansaba. Y ahí estaba yo, la pobre y tímida Ahinara. La verdad, nunca me gustó llamar la atención. Cuando iba junto a Lena, era ella la que siempre hacía que la gente la mirase a su paso. Pero, aun así. La quería. Desde que thomas me dejó, ella ha estado a mi lado cada segundo. Lo que no he dicho es que me dejo por una rubia, vale, yo también era rubia, pero no era tan, tan guapa. No soy ni alta, ni baja. Más bien soy, soy un palillo. Era como el paraguas que siempre necesitas, cuando llueve. Mis pensamientos ahora se cortaron. No sabía que ponerme. Había pensado en un peto rojo que me había comprado hace poco. Junto con las egipcias, o unas bailarinas. Entonces algo cruzó mi mente. Y decidí que no, que estaba harta de lo normal, de lo plano, de lo largo. Entonces busqué en mi armario. Como me imaginaba, nada. Suspiré. Entonces cuál relámpago atravesé el pasillo de mi casa corriendo hasta la habitación de mi hermana. Oh sí, ella si que tendría lo que buscaba. Y ahí estaban. Los vestidos más cortos y ceñidos que puedas imaginarte. Desde el blanco hasta el negro. Desde el salmón, hasta el pistacho. Como decía mi hermana, toda una variedad. Decidí coger un vestido con un estampado de flores. Algo ajustado y corto. Como acostumbraba mi hermana. Nunca me hubiera atrevido a vestirme tal cosa. Pero, el amor hace locuras. O, como en mi caso, el desamor. Con el vestido en mano, fui hacia los zapatos. Precisamente esa noche pensaba ponerme unos tacones de aguja, los más altos que tuviera. Y, como pensé, de esos no faltaban. Cogí unos negros, que por cierto eran bastante altos. Me permití dudar sobre si podría andar sobre esos enormes, como llamarlos, ¿zapatazos? Pero bueno, me daba igual. Ya todo me daba igual. Pensaba en bailar hasta que me dolieran los piés. ¿Emborracharme? Quizá. Thomas estará allí. ¿No lo mencioné? Iba a disfrutar de lo lindo. Esa noche nadie me pararía los pies. Porque quién se atreviera a intentarlo, se llevaría un buen pisotón de mis, ¿zapatazos?.

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